Pol estaba aprendiendo los números y qué mejor que hacer poemas con los números y decir que uno y uno son dos. Y demostrárselo a Pol. Para que lo aprendiera, porque no hay nada que se pueda comparar con el placer de enseñar, de enseñar a un nieto. Pol fue aprendiendo lo que valían los números y el color de cada uno. El autor, su abuelo, se los fue enseñando. Cuando sea mayor siempre sabrá que su abuelo lo nombró “Príncipe de los Números”